Tanto la Semana Santa como distintas imágenes de Gloria están llenas de leyendas. Muchas de ellas son más "mágicas" o que simplemente se quedan en anécdotas, pero otras muchas parecen sacadas de cuentos fantásticos pero son reales. Aquí os dejo algunas de ellas.
Leyenda de Zamarrilla (Málaga)
La virgen de la Amargura o como se la conoce popularmente "Zamarrilla" es una de las leyendas más conocidas del ámbito cofrade. Aunque hay varias versiones, esta es la más conocida.
Cuenta la leyenda que cuando todavía la ermita se encontraba en el campo o en las afueras (hoy en día calle Mármoles) había un bandolero que asaltaba casas y se llevaba las joyas. Un día tras asaltar una de las casas la guardia le vio y corrieron tras él. El bandolero al no saber donde esconderse decidió entrar en aquella ermita y se refugió bajo el manto de la Virgen de la Amargura. La guardia entró en la ermita, la registró y no le encontró. El bandolero en agradecimiento a la Virgen decidió coger una rosa blanca que se encontraba en una jarra y ponérsela en pecho a la imagen con un puñal que llevaba encima, entonces esta roja se volvió roja. El bandolero cayó al suelo de rodillas pensando que era una señal de perdón de la Virgen. Desde aquel momento siempre porta una rosa roja convirtiéndose en una seña de identidad de la imagen.
La visita del Gran Poder (Sevilla)
En el siglo XX había un jugador de fútbol del Sevilla.F.C. muy devoto del Gran Poder. Este hombre tenía un hijo que cayó enfermo muy joven. El jugador acudía todos los días a San Lorenzo (donde estaba en aquel entonces) a pedirle por la salud de su hijo. Desgraciadamente falleció y el padre acudió a la iglesia gritando, se puso frente al señor y este le dijo "ya has hecho lo que has querido, me has quitado a mi hijo, nunca más volveré a venir. Si quieres saber de mí me tendrás que venir a buscar. Años después se celebraron en Sevilla las "Santas Misiones". Esto consistía en llevar imágenes desde sus respectivos templos a otros que estuviesen en la periferia para divulgar la palabra del Señor. El Gran Poder fue destinado a uno de los barrios más alejados de Sevilla. A mitad de camino comenzó a llover fuertemente y decidieron buscar cobijo llamando a una cas con un gran garaje, aquella casa resulto ser del jugador de fútbol. Finalmente el Gran Poder fue a buscarle.
Aparición Virgen del Rocío
Como dice la canción "todo empezó una mañana" …
Entrado el siglo XV de la Encarnación del Verbo Eterno, un hombre que había salido a cazar o apacentaba ganado, hallándose en el término de la Villa de Almonte, en el sitio llamado de La Rocina (cuyas incultas malezas le hacían impracticables a humanas plantas y sólo accesible a las aves y silvestres fieras), advirtió en la vehemencia del ladrido de los perros, que se ocultaba en aquella selva alguna cosa que les movía a aquellas expresiones de su natural instinto. Penetró aunque a costa de no pocos trabajos, y, en medio de las espinas, halló la imagen de aquel sagrado lirio intacto de las espinas del pecado, vio entre las zarzas el simulacro de aquella Zarza Mística ilesa en medio de los ardores del original delito; miró una Imagen de la Reina de los Ángeles de estatura natural, colocada sobre el tronco de un árbol. Era de talla y su belleza peregrina. Vestíase de una túnica de lino entre blanco y verde, y era su portentosa hermosura atractivo aún para la imaginación más libertina.
Hallazgo tan precioso como no esperado, llenó al hombre de un gozo sobre toda ponderación, y, queriendo hacer a todos patente tanta dicha, a costa de sus afanes, desmontado parte de aquel cerrado bosque, sacó en sus hombros la soberana imagen a campo descubierto. Pero como fuese su intención colocar en la villa de Almonte, distante tres leguas de aquel sitio, el bello simulacro, siguiendo en sus intentos piadosos, se quedó dormido a esfuerzo de su cansancio y su fatiga. Despertó y se halló sin la sagrada imagen, penetrado de dolor, volvió al sitio donde la vio primero, y allí la encontró como antes. Vino a Almonte y refirió todo lo sucedido con la cual noticia salieron el clero y el cabildo de esta villa y hallaron la santa imagen en el lugar y modo que el hombre les había referido, notando ilesa su belleza, no obstante el largo tiempo que había estado expuesta a la inclemencia de los tiempos, lluvias, rayos de sol y tempestades.
Poseídos de la devoción y el respeto, la sacaron entre las malezas y la pusieron en la iglesia mayor de dicha villa, entre tanto que en aquella selva se le labraba templo. Hízose, en efecto, una pequeña ermita de diez varas de largo, y se construyó el altar para colocar la imagen, de tal modo que el tronco en que fue hallada le sirviese de peana. Aforándose aquel sitio con el nombre de la Virgen de Las Rocinas.
Libro de reglas de la Hermandad Matriz.
El Abuelo de Jaén
A mediados del siglo XIX un señor mayor que peregrinaba hacia Jaén buscaba cobijo al empezar a caer la noche. Pudo observar un gran caserío y el anciano se aproximó hacia él. Al llegar llamó a la puerta y le abrió un joven matrimonio. El anciano se quedó a pasar la noche. Durante la cena mantuvieron una animada conversación y el anciano miró hacia una esquina del salón viendo un grueso tronco. Éste al verlo exclamó -¡Que gran imagen de Jesús saldría de allí!- El anciano les dijo que si no les molestaba durante la estancia les regalaría al matrimonio una imagen de Jesús. Se metió en su cuarto y comenzó a trabajar. Toda la noche se estuvieron escuchando ruidos. Al día siguiente el matrimonio decidió entrar en la habitación al ver que el anciano no daba señales. Al entrar se encontraron con una magnifica talla de un Nazareno, pero ningún rastro del anciano. Esta imagen fue llevada a un convento de monjas donde se le dio culto contando esta leyenda.
Tomasín, el Nazarenito.
A comienzos del siglo XX en el Barrio de San Marcos, Sevilla vivía un niño que tenía ocho años y se llamaba Tomasín. Su madre había muerto recientemente y su padre que trabajaba en la fábrica de ferrocarriles no podía hacerse responsable del niño por su intensa jornada de trabajo. Decidió que el niño lo cuidasen las monjas del convento de Santa Isabel, muy cerca de su casa. Tomasín tenía un sueño y era que en la mañana del Viernes Santo, su padre, lo metiese en la fila de Nazarenos del Señor de los Gitanos (costumbre que sigue a día de hoy). Tomasín se hacía querer de entre las monjas por la bondad y nobleza, por lo que a modo de regalo hablaron con su padre para que las monjas le hiciesen una túnica y el padre se encargase de meterle en la fila de nazarenos aquella mañana. Tomasín estaba feliz, tenía la túnica y este año podría ver cumplido su sueño, pero desgraciadamente, pocos días antes del viernes, Tomasín cayó enfermo. Fallleció. Cuentan que media Sevilla le veló y otra media le acompañó al cementerio. Era muy emocionante verle como llevaba esa túnica que le regalaron y que no pudo disfrutar en vida. Llegó la noche del Jueves Santo y cuatro hermanos de la Hermandad de los Gitanos pasaban por el convento cuando se escuchó un ruido de aquella puerta abriéndose y saliendo de allí un niño vestido de Nazareno con una vara en la mano , los cuatro hombres le siguieron pero el niños desapareció dejando en el suelo una vara que al día siguiente se la llevaron al convento. La monja se quedó sin habla cuando le dieron la vara y esta les contó la historia. Cuentan (y esto es verdad) que en la calle Verónica cada madrugada del Viernes Santo se aparece un niño vestido de Nazareno dirigiéndose a la Iglesia de los Gitanos pero que acaba desapareciendo por las esquinas dejando algunas veces una verdadera vara que es llevada al día siguiente al convento. Hoy en día se sigue viendo.